¡Vivan los macarrones de nuestra abuela!

Que hacía con un sofrito de cebolla, tomate, salchichas, chorizo y todo lo que pillara por en medio. Mi madre siempre renegaba de ellos, y no porque los hiciera la suegra, sino porque decía que tenían mucha grasa. Pero a nosotras nos encantaban, y nos llevábamos tuppers a casa.

Otra cosa que nos hacía expresamente, bueno, más específicamente a María, era la oreja en salsa. Yo creo que nunca la llegué a probar, pero lo de mi hermana era devoción por ese plato, que recibía cual regalo navideño, en un tupper redondo de plástico blanco con una pequeña asa en la tapadera.

También nos hacía filetes de pollo empanados, con pequeños trozos de perejil entre el huevo y el pan rallado. Siempre los cocinaba en Nochebuena o Nochevieja, porque nosotras no comíamos el menú estándar (años ha, claro está): sopa de pescado y cordero.

No hemos dormido demasiado en su casa, pero cuando lo hacíamos los desayunos eran a base de pan cortado longitudinalmente desde el canto de la barra y nocilla, con la leche en unas tazas de cristal.

No es que nuestra abuela fuera una gran cocinera, le gustaba más comer, no nos vamos a engañar. Y en cierta manera, creo que hemos sacado su avidez por la comida, el empezar un paquete de galletas y no parar hasta acabarlo. ¡Una gran abuela!

0 comentarios en “¡Vivan los macarrones de nuestra abuela!

  1. ¡Si las nietas son de lo que no hay, los padres son la leche..
    la abuela ha tenido que ser alguien muy especial!
    Un besazo para los cuatro
    Vuestros amigos que os quieren.
    Antonio y Merche

  2. Que gran familia. Conozco a mucho a Manolo y veo que se cumple el refran DE TAL PALO TAL ASTILLA.
    Un abrazo y siento mucho vuestra gran perdida.
    luisfer

  3. El amor de las abuelas, como el de las madres es gratis total, pero su pérdida no es tan amarga, se queda en agridulce. Como el dulce de ciruela que hacía la mía, por culpa de aquel ciruelo que daba tanto fruto que no dábamos abasto a comer. Y su recuerdo es tan dulce como la crema pastelera, «de agua», que me enseñó a hacer.¡Gracias, güelita, y besos a todas las abuelas!

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