Hace tres semanas, di el salto al charco y viajé a los Estados Unidos por una ocasión muy especial, la boda de una de mis mejores amigas, y donde me reuní con amig@s que hacía mucho tiempo no veía. Han sido dos semanas plagadas de amistad, comida, charlas, paseos, risas y sol y no podría estar más agradecida por todo ello.

Aterricé en New Jersey, en casa de la familia Fiorentino unos días antes de la boda con el objetivo de ayudar con los preparativos. En primer lugar deciros que el escenario no podía ser mejor, una inmensa casa de madera de quién sabe cuántos años, que conserva aun ese estilo antiguo, cuyas paredes están pintadas con papeles de flores, donde la madera cruje al caminar, con una enorme chimenea que aun conserva el gancho donde años atrás se colgaban los pucheros para cocinar… En fin, todo como sacado de un cuento de hadas. A la casa en sí, hay que sumarle un jardín gigantesco, seis veces más grande que la casa, y que estaba dividido por secciones: la zona de la bbq, el huertecito con calabacines, berenjenas, tomates, manzanos e incluso melocotoneros, el jardín de flores y por supuesto una señora piscina.

En casa de los Fiorentino nunca hay listas ni planes definidos o esquemas a seguir, las cosas se hacen conforme van surgiendo. Con ayuda de otras 2 amigas, envolvimos los regalos de agradecimiento, pintamos sus etiquetas, hicimos ramilletes de lavanda y romero, vestimos y decoramos con flores y lazos las sillas, creamos preciosos centros de flores, recogimos tomates y melocotones del huerto y otras cosillas más que nos iban mandando. Pero no éramos las únicas en echar una mano, allí estaban otros amigos de la familia escribiendo los menús, carteles, envolviendo más regalos, limpiando e intentando organizar un poco.

El menú estaba en manos del padre de la novia, el señor Jean Fiorentino que se tiró horas y horas preparándolo en la cocina, sin molestar ni rechistar. Sus creaciones estuvieron basadas en ingredientes frescos y de la estación y muchos de ellos de su propia huerta, de esos que habíamos recolectado apenas unas horas antes, y la cosa es que por estas tierras parece que los productos de New Jersey están considerados de primera calidad.
Ensalada de tomates con roquefot; volaivan relleno con puerros; vieiras; gnocchi con salsa de tomate; sorbete de melocotón; costillas de cordero; tarta de helado de tres sabores (pistacho, amaretto y vainilla); galletas variadas; tarta de chocolate sin glúten y un impresionante Coconbouche, petición especial de la novia.

El resultado, una boda especial, nada convencional, muy personal y súper emotiva, en la que la protagonista fue la felicidad radiante de los novios, que se veía y sentía a kilómetros.

Desde aquí quiero agradecerles el que me dejasen compartir con ellos ese momento tan especial en sus vidas.
Mis mejores deseos para la nueva familia Bowman-Fiorentino.