No fue casualidad que hace apenas un mes, nuestros padres, la otra parte de The Tart Princess y yo, decidiéramos ir a León a pasar un fin de semana juntos.
Nuestro abuelo paterno nació en un pueblo de esta provincia, y aunque nunca hemos ido allí ni a veranear, ni a pasar puentes ni nada, hace años, no sé muy bien ni cómo ni porqué, sí que tomamos por costumbre ir a León capital de vez en cuando pensando que volvíamos a nuestras raíces. Supongo que somos más urbanitas que pueblerinas y por eso recaímos en la ciudad.
La cuestión es que creo que es la primera vez que estando allí, la visita giró única y exclusivamente en torno a lo culinario (¡no pasamos ni por delante de la catedral!), y otra curiosidad, fue la primera vez que no nos llovió.
Llegamos el sábado por la mañana y lo primero que hicimos, de casualidad, fue parar a almorzar en Casa Llamas: queso, cecina y una buena hogaza de pan. Pero resulta que ese Llamas no es porque nadie se apellidara así, sino por el pueblo Llamas de Ribera. Al parecer los dueños le pusieron el nombre del pueblo vecino del que procedían porque el del suyo ya estaba cogido.
Después ya llegó el momento de ir al centro, a la Plaza Mayor. Sábado, día de mercado, estaba hasta arriba. Las frutas y verduras tenían no solo un color sino también un tamaño muy diferente al habitual: algunas eran gigantes. Cebollas que bien competían con calabazas, o ristras de ajos que se confundían con trenzas. El caso es que estuvimos admirando todo lo que el mercado ofrecía (y comprando algo), además de las camionetas con todo el embutido colgando.
De allí, empezamos a buscar la tienda de embutidos en la que vendían la misma cecina que nos habíamos comido hacía un rato en el bar. Después de unas cuentas vueltas a la misma manzana por fin lo encontramos: Embutidos Panizo. Y ahí se fue la mayor parte del presupuesto: cecina de Astorga, quesos, chorizos… Todos cosas ricas, y de la tierra.
Como ir de compras cansa, nada mejor que un aperitivo por el Barrio Húmedo antes de ir a comer: una cerveza y patatas con pimentón en El Flechazo
Y de allí directos a comer. ¿El qué? Pues un cocido leonés, que no es lo mismo que un cocido maragato (éste último es de Astorga). Nos acercamos a Sorrento donde el cocido leonés es lo único que tienen en la carta, bueno, de hecho no tienen carta, así que aunque solo sea por era su especialidad, debía estar bueno, y me temo que así fue.
Sí, no sufráis, de allí nos fuimos a dormir la siesta, más que merecida, necesaria. Teníamos que digerir todo bien porque en apenas unas horas…. ¡tocaba cenar!
De nuevo al Barrio Húmedo, llamado así por la costumbre de humedecerse por dentro. El centro y casco antiguo de León siempre ha sido una zona típica para tomar algo o comer.
Una gran tapa de embutido en Jamón Jamón y ricas patas con cabrales en El Llar ¡Y todo te lo ponen solo al pedir la bebida! Un par de vinos más con sus correspondientes tapas y ya estamos listos para recogernos y dormir.
El domingo nos deleitamos con un buen menú de la casa el un buen mesón de Cumbres de Omaña, en Senra. Sí, esto ya no estaba en León ciudad, sino cerca del pueblo donde nació nuestro abuelo, Vegarienza, ¡pero es que había que justificar de algún modo el viaje!
Y eso es todo por hoy. Nos os quejéis, ¡os libramos de tener que cocinar esta semana!