Ha sido mi segunda visita a Lisboa y la tercera a Portugal y sigo sin entender nada de portugués. Me siento terriblemente avergonzada, porque el portugués es un pueblo acogedor y simpático y no pierde oportunidad en echarse una charla con el turista español al cuál él entiende perfectamente.
Además de la amabilidad de su pueblo, Lisboa en concreto, disfruta de un tiempo suave, moderado por su cercanía al río y océano. En estos tres días de casi invierno, el tiempo ha sido espectacular, soleado y casi caluroso por el día y fresco por la noche. Es evidente que con estas premisas es fácil disfrutar de una ciudad como Lisboa, donde lo bello reside en ver cómo el tiempo ha pasado por ella, aunque eso signifique que los adoquines de las aceras estén levantados, las calles sean de todo menos lisas y que el más simple tropiezo te lleve a torcerte el tornozelo (tobillo) y en urgencias te receten unas canadianas (muletas) durante una semana en la que no puedas apoyar el pie (y te queda un día de visita en la ciudad).
Pero ese percance se convierte en pura anécdota cuando el primer día y medio lo has aprovechado al máximo (quizá el subconsciente me estaba diciendo que frenara algo). Como me dijo Lucía (gracias a ella he hecho este viaje y he sobrevivido las últimas 24 horas), ¡pues sí que estuviste en sitios diferentes el viernes!
Este segundo viaje a Lisboa lo quería aprovechar para ver cosas diferentes y saltarme aquello que estaría mal que no viera si hubiera sido la primera vez que pisaba suelo luso. Aunque pensándolo ahora, algunos de los sitios que he visto, bien merecerían estar en los primeros puestos de la lista de cosas que ver en Lisboa.
1. Santo Amaro: mirador sobre el puente de 25 de abril y pequeña iglesia circular (no os lleve a engaño el exterior), el pasillo que rodea lo que es puramente el templo es un espectacular mosaico de azulejos (aunque toda la ciudad está forrada de azulejos preciosos).
2. LX Factory: un espacio alternativo lleno de creadores, exposiciones, librerías, restaurantes y diferentes espacios ubicados en los restos de la antigua Compañía de Hilos y Tejidos de Lisboa. Puedes ir caminando desde aquí a Santo Amaro y no pierdas la oportunidad de alucinar con los pilares que sostienen el puente 25 de abril que pasan justo por encima de tu cabeza.
3. Arco da Rua Augusta: con vistas preciosas a la Plaza del Comercio y sobre el Tajo. Si cuando estás allí es hora en punto, verás y escucharás cómo repiquetea la campana.
4. Plaza Príncipe Real: rodeada de concept stores, buen ambiente y cerca del mirador de San Pedro de Alcántara y del Jardín Botánico, una de cuyas entradas te transporta inmediatamente a un país tropical, con su pasillo lleno de palmeras altísimas.
5. Mirador de Graça: en la otra punta de la ciudad, con un kiosco donde tomar un vino verde por ejemplo (aunque en cada parque y mirador, por pequeño que sea, hay algún puestecillo para disfrutar de las vistas y el entorno en total estado de relajación).
6. Jardín de Estrela y Cementerio Inglés: pequeño oasis en mitad de la ciudad (aunque Lisboa está lleno de parques). Puede establecerse como parada previa o posterior al Mercado de Campo de Ourique en la ruta final del tranvía 28.
7. Feira da Fabra: mercadillo de segunda mano, artesanía y puesto de bolsos baratos ¡y de piel! :P, entre la iglesia de San Vicente de Fora y el Panteón Nacional.
Y por supuesto caminar (cuesta arriba y cuesta abajo), o mejor, tener la tarjeta de transporte (6€ por 24 horas) y subir y bajar de autobuses y tranvías en cualquier momento que se desee o que la falta de aliento lo requiera.
¿Y para papepar? ¡No os he contado nada! Os recomiendo seis sitios, a cuál más distinto:
1. Sea Me: pescadería, restaurante y bar de sushi muy de moda. Tiene varios locales en la ciudad. Nosotras visitamos dos veces el de la calle Loreto 21. Es mucho más interesante comer en la barra que en las mesas, se interactúa más con los camareros (muy simpáticos) y acertarás si haces caso a sus recomendaciones. Destacamos el prego de atum em bolo do caco de alfarroba, manteiga de ervas e batata doce (especie de bocadillo de lomo fresquísimo de atún con pan de especias típico de Madeira), el pesacado fresco (nosotras hemos tomado una dorada brutal a la brasa que te traen limpia) y la leite-creme (crema catalana verdaderamente cremosa) y mousse de chocolate (sin palabras).
2. Zu Pinto: fuera del centro, aunque bien merece una visita. Una casa de comidas de las de toda la vida. Sirven el plato principal en bandejas de acero con legumbres o verduras al dente y deliciosas (y los platos principales, carnes y pescados, por supuesto también). Vino tinto de la casa muy recomendable.
3. LX Factory: como he comentado antes, hay varios restaruatnes con una oferta bastante variada. Allí probé el primer prego em bolo do caco. El chico que estaba delante mío preguntó, ¿qué es eso? La camarera le dio una explicación de dos minutos de la que yo solo entendí que era algo de carne y típico de Portugal, y eso fue suficiente para pedirlo (no tenía ningún dato más porque el prego de atún del Sea Me fue posterior).
4. Mercado de Campo de Ourique: no es que haya nada particular por allí, pero tiene una parada el típico tranvía número 28 (que siempre está lleno de gente), pero es un mercado con algunos de sus puestos de pescado originales y al que han añadido, en la parte central, una agradable zona renobada en la que comer o tomarse tranquilamente un vino.
5. Pois, Café: local des estos destartalados modernos, al lado de la Sé, la catedral, donde desayunar, tomar un brunch, comer o visitar a cualqier hora del día.
6. Mercado da Ribeira: mercado rehabilitado y patrocinado por Time Out todo con puestos de los mejores chefs de Portugal y otros establecimientos reconocidos.
Después de esta entrada demasiado larga, no me queda otra que recomendaros encarecidamente que visitéis Lisboa, yo lo volveré a hacer, estoy segura, y eso sí, ¡mirad al suelo no tropecéis!
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