Hace no mucho una amiga se llevaba las manos a la cabeza cuando descubrió que en Madrid era común encontrar escrito pan tumaca. Yo intenté hacerla entrar en razón: pan tumaca es como suena pan amb tomaquet, dicho un poco de corrido, si vocalizar demasiado, y alguien que no sepa catalán es prácticamente imposible que dé con la escritura exacta.
Como casi igual de imposible es que, alguien que no haya vivido por estas tierras o en contacto con gente de por aquí, no piense que lo de extender el tomate en el pan es un desperdicio, porque se extienden las pepitas, pero no la pulpa, que queda pegada a la piel. De hecho mi madre, lo que hace es, después de extender el liquidillo, corta en rodajas finas el tomate y lo coloca sobre el pan, para aprovecharlo todo, claro.
Lo que toda esa gente no sabe (porque nadie se lo ha contado) y que yo descubrí hace un par de años, es el gran secreto: para el pan amb tomaquet se utilizan unos tomates especiales, tomates de penjar, o lo que es lo mismo, tomates de colgar.
Sinceramente, no sé si estos tomates tienen algo de especial más allá de ser presentados a modo de colgajo, pero si se usan para untar en el pan es porque la pulpa se deshace mientras se extiende, y al final te quedas en la mano con una especie de pellejo que es la piel del tomate. Es decir, no se desperdicia nada.
Una vez conocido este detalle, ya no hay marcha atrás: ¡todo el tomate será untado con tomate! Y sobre él lo que sea: jamón, butifarra, pavo, queso, anchoas, boquerones,… ¡Y a disfrutar con un poquito de cava!